En las entregas anteriores de esta crónica de viaje compartí cómo nació la idea de peregrinar a Santiago de Compostela en España mientras se planeaba la tradicional caminata de SIEMPRE LIBRES a Talpa.
Fueron los señores García Colín, doña Catalina y don Héctor, además, pioneros de la peregrinación Vallarta-Talpa a la que sumaron posteriormente al padre Agustín Ibarría, quienes me hablaron por primera vez de ese recorrido hasta lo que era el fin del mundo antiguo.
Con esa inquietud que solo quien ha recorrido a pie grandes distancias puede comprender leí que el Camino de Santiago tiene ya más de 12 siglos de antigüedad atrayendo peregrinos.
Si bien el caminar tanto a Talpa como a la Basílica de Zapopan o Guadalupe o a Santiago de Compostela tienen origen religioso y espiritual, atrae también a caminantes que la recorren por razones filosóficas, turísticas, de aventura y hasta gastronómicas.
Hay quien ve esto como un viaje de transformación y hasta de encuentro del peregrino consigo mismo.
Compartí algo de lo que fueron algunas de las experiencias y consejos para tomar camino que recibí de quienes sí saben hacer estos recorridos, el primero, como en todo viaje -que vaya hay diferencia entre viajar y hacer turismo-- como en todo viaje llevar muy poco equipaje.
Llevar un calzado lo más cómodo posible y la ropa para el clima que se va a enfrentar.
También comenté que tras mucha planeación y mucha posposición sobre todo por la pandemia llegué desde Vallarta a Madrid para de ahí tomar un tren a Sarria, que se encuentra a 117 kilómetros de la meta en Santiago de Compostela.
En Sarria obtuve mi credencial oficial del peregrino, que debe sellarse en cuanta escala se encuentre en la ruta para dar fe de que se cubrió el camino y también comenté que avancé con muchas ganas y sin problemas los primeros sesenta y tantos kilómetros disfrutando hermosos paisajes, gente muy amistosa y comida excelente.
Pero muy a pesar de que había escogido los mejores zapatos posibles, unas botas Columbia que ya habían ido a Talpa, por cierto, de nueva cuenta tuve que cerrar el camino con terribles ampollas.
Y es que si bien las botas y zapatos de senderismo son excelentes para campo traviesa, no se mojan, tienen, excelente tracción, sostienen el tobillo, para rutas sobre pavimento y caminos empedrados son una tortura.
Y sí, en la cuarta jornada de camino, ya sobre largos tramos en laterales de carreteras o en empedrados, las botas me sacaron terribles ampollas. Y tuve, con gran esfuerzo de mi voluntad, que dar más de 100 mil pasos, con cada pie, sobre ampollas que parecían estigmas, me dijo un tocayo, cuidando de que no se infectaran y sufriendo, pero a la vez dando sentido a cada paso.
Comments