Una de las primeras acciones del presidente Andrés Manual López Obrador al llegar a la presidencia de la República, fue la presentación de su estrategia para combatir la inseguridad en México; acompañada de una serie de acciones conjuntas al argumento que le dio la vuelta al mundo, -“Abrazos, no balazos” se convertiría en la esperanza para los menos letrados y más creyentes en el proyecto del Peje, para el resto, significó una burla, un atentado a la inteligencia y una clara muestra de que en su gobierno, la inseguridad crecería sin preocupar al inquilino del palacio.
Argumentando que la guerra no era la solución para alcanzar la paz, la opción más inteligente para el presidente sería mejorar las condiciones de los delincuentes para evitar más abusos, corrupción, impunidad e inseguridad. En materia económica, profundizó para engañar más a los pendejos, dijo que el PIB crecería y eso le daría tranquilidad a las familias que siempre vieron como opción delinquir para sobrevivir.
La historia ya la conocemos ahora, no hubo mejoras en las políticas anticorrupción, no hubo mejora en el PIB nacional y las políticas públicas relacionadas con la salud, la economía, la cultura, el deporte y la educación se fueron al carajo, por ende, la inseguridad del país alcanzó cifras récord, estadísticas que corroen la sensibilidad de los mexicanos que vivimos todos los días en la penumbra y la zozobra.
En las últimas semanas, los cercanos a AMLO, han salido a defender la situación, argumentando que la inseguridad en Nuevo León y Jalisco de debe a que en esos estados gobierna el Movimiento Ciudadano, pero no se han atrevido a hablar de los gobiernos en los que Morena manda, como Baja California, Colima, Veracruz, Guerrero, Michoacán, Sinaloa, Sonora y Zacatecas, en los que la delincuencia crece todos los días y abonan en mucho a las estadísticas que colocan a México entre los más inseguros del mundo. Tijuana y Acapulco, por ejemplo, las dos primeras ciudades más peligrosas del mundo. Pero, sabemos que politizar incluye manipular a los gobernados menos inteligentes.
En Puerto Vallarta, como ya lo escribí antes, la displicencia Morenista tiene el sello del palacio, pero de una peor manera.
La estrategia de abrazos y no balazos no tiene opción para los policías vallartenses, estos no tienen armas y son enviados a combatir la delincuencia sin ningún instrumento que los coloque, por lo menos, a la par de sus combatientes.
Hoy, la policía vallartense no tiene armamento suficiente para que los elementos que andan en la calle se protejan, se impongan y provoquen respeto.
El problema es muy grave, el intercambio de armamento por turno es un delito, y es que los elementos que alcanzan armamento tienen un permiso de portación específico con números de serie de las dos armas que deberían portar, una larga y una corta, el problema de la falta de armamento es que cada vez que sale y entran los elementos, el permiso de portación de arma no tiene los números de serie que deberían coincidir con el arma a su cargo, por lo que, saben que en caso de repeler una agresión utilizando su arma, podrían cometer un delito mayor al disparar la pistola que no es suya.
Entonces hoy, hay muchos policías desarmados, tratando de defenderse de alguna forma, y es que saben que los abrazos no son una opción. Por la misma razón, hace unos días, los elementos de la policía se tardaron media hora en llegar a las zonas donde se habían reportado enfrentamientos o detonaciones de arma de fuego, estaban encuerados.
El Profe tiene una tarea difícil, mantener a su director allí, aislado, sin transparentar lo que realmente sucede dentro de la corporación, o ponerlo a trabajar, caso contrario, tendría que irse inmediatamente. Como periódicazo en el hocico, así como le sucedió al melolengo de “El Chuyín”, abrir la boca para presumir sus números no fue la mejor decisión, sobretodo ahora que conocemos la realidad que habían estado ocultándonos.
Pequeño dato, hay 200 armas para proteger el rancho, 20 son ocupadas por los elementos que protegen al alcalde, su familia y algunos de los más cercanos. Creo que no está chido, creo.
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