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Héctor Colín

Se Comerá al Rey el Príncipe


Ungido por accidente, de forma inesperada pero muy anhelada, como cabeza de una familia salida de la más bochornosa podredumbre de la comarca y con una vida estacionada en la ignominia por más de media centuria, el rey tomó su corona para soñar despierto. En el ocaso de su vida, tristemente se ha dado cuenta de que crió cuervos y todos los días el dicho le atomenta la cabeza… le sacarán los ojos.


Mientras el rey viva, será carcomido, los carroñeros le arrancarán hasta el último trozo de carne pegada al hueso para garantizar su supervivencia. La vejez del Rey es aprovechada por los más miserables para alimentarse de lo que queda, desafortunadamente, el depredador más salvaje salió de su propia cueva, de su misma sangre y con quien aún comparte los alimentos junto a la reina, el príncipe.


El príncipe se ha decidido por salir a las calles anunciando a gritos su necesidad de ser unigido rey mientras su padre tiene la corona. El atrevimiento no es menor, la gente del pueblo se encuentra confundida porque tienen un rey en funciones y el príncipe se pretende a pesar de eso, la necedad del príncipe atormenta los días dentro del reino porque se ha convertido en un monstruo con una voraz hambre de poder y de riqueza a costa de lo que poco producen dentro de la comarca, e incluso a pesar de deberse respetuoso por la imagen de un rey que le dio la vida.



La guerra será frontal, el principe pretende la corona mientras el rey vive, se ha propuesto como la nueva esperanza de un pueblo sobajado por él mismo, humillando lo que el padre hace y lo que representa, ridiculizado como inútil. El rey le teme hoy, ha quedado vulnerable porque su propio hijo se ha decidido retarlo a un duelo a muerte, que esparcirá todo el odio de un hijo frustrado, enardecido y desesperado por hacerse de la corona que el rey porta hoy en la cabeza.


El dinero recaudado a base de la extorsion y el hostigamiento al pueblo, le servirá de poco al principe en su afán de que corra sangre para deshacerse del rey, si ese es el precio que hay que pagar por ver caer pronto al rey para ungirse él. El miedo se comparte en las callejuelas, la inseguridad ha alcanzado el tope, hay muertos todos los días, los hombres se ejecutan y se roban, las víctimas son mujeres y se vulnera el futuro de los niños de la comarca, mientras el príncipe se anuncia en público como prospecto a la cabeza de la monarquía.


El rey no debería ceder, tiene demencia y eso le impide ver y actuar con claridad, mientras tanto, el eunuco que funge como asesor y como usurpador de las facultades del rey, ve cada vez más endeble su influencia con el rey porque el príncipe se le ha metido entre las patas. El asesor debe intervenir, poner un alto a los caprichos del príncipito.


El príncipe ha hecho el ridículo, se ha puesto un blanco en el pecho y los poderosos dentro de la comarca se divertirán con piedras y resorteras, en los mercados el rumor corre violento, recio, necio y sin detenerse, el príncipe está loco y es un peligro. El chisme rebota en los rincones y se hace eco el grito desesperado del príncipe por desmadrar primero la imagen del rey para después verlo caer y dejar el trono para que el príncipe acabe con lo que queda del pueblo.

Las mercaderes se ríen, los líderes del pueblo sonríen porque se han dado cuenta de que hoy, el peor enemigo del rey es el mismísimo príncipe y al parecer, este último tiene el hambre suficiente incluso para alimentarse de lo que queda de su padre. Los mercenarios solo observan a la distancia porque le trabajo sucio se hará desde adentro del castillo del rey.


Las responsabilidades del rey van firmadas por él, el príncipe lo sabe y entiende que al final del periodo monárquico nadie podrá perseguir a un responsable sin conciencia, sin vida, carcomido por los buitres y sin los ojos con los que primero se alimentó el príncipe que no supo ser un buen hijo, respetuoso de la investidura del rey y respetable en la portación del nombre de la familia real.


Este unigimiento del rey no es para siempre, tiene un término que avanza todos los días, desgastándose con cada desición que el rey mal toma, más aún cuando el atrevimiento del príncipe pone en riesgo el legado que el rey pretendía y que se esfumó después del primer sueño del príncipe encantador.


Triste, las familias se cuidan, se protegen, se respetan; los príncipes deberían ser memorables seguidores de sus padres y disciplinarse a sus políticas.


El príncipe se ha creído eterno, pero le quedan dos años y medio para irse con nada más de los ojos de su padre, un rey que le mintió a su pueblo con la misma boca con la que repartió bendiciones todos los días.

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