Armado solo con uñas, dientes, una espada de jugete y un escudo prestado, el Príncipe de mi historia se defiende todos los días como gato arrinconado, mientras piensa que cada defensa es una batalla y celebra, sin considerar que cada día que pasa es una guerra ganada al odio silencioso de la muchedumbre.
La historia nos ha enseñado muchas cosas respecto a la vida de la monarquía y su influencia sobre los gobernados. A traves del tiempo, existe una infinidad de ejemplos de personajes de la realeza que han influido de buena o de mala forma en el desarrollo de sus pueblos y, tomando como referencia ese aprendizaje, el nutrimiento a mi fantasía queda perfecto al caso.
No hay duda que las características físicas, emocionales, de formación, de educación, de principios y de valores no son factores determinantes para desestimar le investidura de un príncipe, mucho menos de un rey, por lo que la plebe puede aprender a vivir con la imagen, en este caso, de un príncipe desperdiciado, traidor a su sangre.
Inservible o no, con un futuro oscuro o prometedor, el príncipe es el príncipe y desde su “nacimiento” como tal, empezó su integración a la historia mi pueblo de fantasía.
Cuando mi personaje era un niño, soñaba con el poder y evidentemente se alimentaba de ansiedad conforme desarrolló las etapas de su vida conviviendo con su padre cuando aún no era rey y tampoco un ejemplo a seguir, hoy se ha convertido en un monstruo de tres cabezas que consume rápidamente todo lo que su pueblo produce, presionando a la plebe a vivir diario en un situación compleja, pobre, dificil y maltratada, como plebe sin un horizonte benévolo a la vista.
Estuve pensando respecto a la vida que quiero darle al príncipe de mi historia, porque siento que he sido cruel con mi personaje, que quizás se me ha pasado la mano nombrándolo inútil, vengativo o ansiosamente frustrado, luego descanso un poco, sobrevivo en este mundo dentro de mi cabeza y me doy cuenta de que la personalidad de mi Príncipe es cada vez más creíble por la viabilidad de que existe una persona así y, de haberla, se ha merecido todas las características que han abonado a que mis dos lectores terminen odiando al “Charming Prince” de mi cuento.
El Príncipe ideal, sería aquel que la plebe sueña galopando en un caballo de pelaje largo y brillante, despreocupado por la riqueza, orgulloso de la prosperidad que su padre produce, obsesionado con su imagen para impresionar a la doncella, sería un príncipe que abusa de su investidura para pasear por el pueblo y
repartir oro, bendiciones y para compartir el poder con los más vulnerables, estaría convertido en un héroe que enfrenta dragones y ajusticia monstruos que vienen de otros reinos para hacerle daño al de su padre. El Príncipe debería portar una espada similar a la del rey, heredada por méritos y usada para defender al reino de los invasores, sin embargo, gracias a que el autor de esta historia ya no se alimenta bien, no duerme correctamente y sufre de los achaques de vivir todos los días una fantasía terrorífica, pues el Príncipe pagará las consecuencias.
A diferencia del Príncipe ideal, en la vida desperdiciada de mi Príncipe no hay un caballo, esta monarquía no permite heredero al trono, aunque lo sueñe todos los días, este se preocupa peligrosamente por la riqueza que el Rey no genera, vive frustrado y peligrósamente envidioso por su padre, no está obsesionado con su imagen, es fachoso y descuidado, huele mal, mi príncioe mide menos de un metro y setenta centímetros, quedando por debajo del promedio incluso de la plebe más desnutrida, por lo que su imagen personal no impone ningún respeto a nadie que haya crecido entre los barrios.
Hay una doncella, o dos; ya no lo sé, en vez de repartir riqueza, se la arrebata al pueblo de las manos, le quita el pan de la boca a la gente, el oro se lo adjudica a nombre del rey y oprime a los más vulnerables, al caminar escoltado por las callejuelas empedradas del pueblo, el príncipe es visto como un monstruo, como un dragón de apetito insaciable, de ferocidad amenazadora, mi príncipe se ha aliado con otros reinos para fortalecerse él y atropellar la imagen del Rey con la esperanza de verlo caer y tomar una posición que nadie le permitirá asumir, incluso, su irresponsabilidad dentro del castillo ha sido el motivo para que la Reina se desmarque de su cría y se avergüence al defenderlo.
Mi príncipe no está sentado en la playa con un par de esclavos echándole aire mientras se asolea en la costa del reino; este tiene un solo esclavo y es negro, este se encarga de abrirle la puerta y cuidarle el bote de las canicas mientras el príncipe juega a ser tomado en cuenta, también tiene media docena de hombres que lo escoltan, que lo cuidan de las miradas amenazadoras del pueblo que ha oprimido desde que se convirtió sorpresivamente en príncipe.
Como ya lo dije, sin importar las características del príncipe, será respetado en apariencia hasta que el rey caiga y su poder se esfume, la plebe no avanzará más allá de la linea que la monarquía ha trazado de manera virtual y amenzadora para hacerle saber al pueblo que las poseciones del pueblo le corresponden al rey. La comidilla del pueblo son las historias trágicas de la novela que se vive en el palacio, de la insatisfacción del Rey, se pierden las horas del día platicando del futuro de un príncipe que hoy merece ser desterrado.
La chusma chismea con los consortes y se comparte en la calle la información personal del Rey para reir y relajarse; el Rey se irá pronto y será el momento en el que el populacho se levante y exija sus drerechos, a gritos, a balazos o con picos y antorchas.
Mi Príncipe ha construido un castillo de arena en la playa, se ha descuidado y ha olvidado regarlo, humedecerlo para mantenerse de pie, los muros del castillo pierden firmeza y se desgajan de a poco; el viento, como el trabajo que el tiempo hace sobre todas las cosas, ha erosionado grano por grano y de arriba para abajo la estructura de arena del castillo donde el príncipe resguarda sus sueños e ilusiones.
Vive en una cueva dentro de un castillo de arena que se desmoronará en el peor momento, pronto o no, la caída del castillo enterrará todo lo que mi príncipe significa, incluyendo el legado positivo que jamás quiso contruir.
He soñado con la ilusión que tiene mi Príncipe de ser Rey algún día, después de su padre, aprovecha su posición para forjar alianzas espurias, finge tener una estructura monárquica preparada para la sucesión pero no tiene riqueza, no tiene arraigo en el corazón de la plebe porque ha desperdiciado su tiempo abusando de las damiselas, de los negocios del vulgo y de las relaciones de su padre, no suyas. No tiene oportunidad de ser Rey, no tiene lo necesario porque no estoy dispuesto a escribirlo y aportárselo en mi historia y fortalecerlo para lograrlo siquiera en la imaginación de alguno de mis tres lectores.
En mi historia hay un Eunuco que le ayudará al rey a fortalecer su imagen y confianza en las altas esferas del poder donde el rey se desenvuelve, para facilitarle la vida, este eunuco se ha enfrentado con el orgullo del príncipe porque ambos se imaginan supliendo al rey. Este es el mediador principal y de confianza del rey y negocia con los inferiores. Imaginando al. eunuco de mi historia, puedo relacionarlo con el mismo personaje de la historia de HBO de nombre Game Of Thrones, en la entrega, el Eunuco de esta historia era grande y panzón, de tez blanca y refinado, siempre cortéz pero perverso, sigiloso, cercano al rey y la reina, me parece perfecta la comparación con el personaje de mi historia nada más que l colocaré cabello engominado para que luzca más moderno que el príncipe y lograr en mi imaginación una batalla épica por el trono.
Esto se va a poner bueno!!!
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