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  • Héctor Colín

EL PRÍNCIPE ESCONDIDO


Luego de una serie de errores cometidos por el Principito de mis fantasías, desde la cabeza de la monarquía se dio la orden de esconder al más suato de los pupilos del rey y eso que la competencia es ríspida por encontrar al más pendejo de la sangre real. La razón fue simple, la indisciplina y la ambición salvaje del “Charmin Prince” puso en peligro al reino, no a la prole sino a quien sostiene la corona.


A manotazos y pataleos se dio la discusión entre el rey que, lento y amenazado habló fuerte con el pupilo, al que le pidió no embravecer más la ira del pueblo al que ya le urge que en sus sueños despiertos aparezca el rey sin corona, sin cetro, sin trono, con los pupilos neutralizados.


Y les decía que en mi historia, para aderezar más el drama, me había propasado con las características abusivas del príncipe, al grado de poder desarrollar mini historias de hostigamiento, extorsión, abuso de autoridad y obviamente, pendejismo suficiente para sospechar primero, que el rey y la reina nunca hicieron bien la chamba de criar a su chilpayate o que la razón de la actitud del príncipe se debía al descuido de la partera en su nacimiento, se le cayó la criatura o la dejó caer para lograr algo,


El principito se llenó de dinero en las últimas historias gracias a que le adjudiqué habilidades para someter a su pueblo a cambio de los favores que debió hacer gratis el rey, con la consigna de enriquecerse antes de que el rey caiga, el príncipe se dedicó a entorpecer el desarrollo de su pueblo, se creyó el mandamás y sometió la voluntad de todos para colocarse como el nuevo líder, solo por el uso de la espada prestada y la capacidad para pedir limosnas a cambio de bendiciones.


El consejo de la monarquía no pudo soportar más el embate de las amenazas, las súplicas de paz y todo lo negativo que le trajo el príncipe al reino, por ello, en la mesa donde se toman las decisiones del mini y temporal palacio, se le obligó al pupilo de la mano más larga, que dejara de hacer lo que estaba haciendo, que abandonara su actitud sanguinaria de sentirse el jefe en pañales.


En su intento por hacer política de reino, terminó jugando con la ya muy manoseada imagen de los monarcas, ridiculizó a sus seguidores y se mostró como es, un inútil.


Hoy está escondido, de vacaciones obligadas esperando a que el pueblo olvide sus fechorías y no reaccione contra el rey y su futuro. El príncipe finalmente está donde debió estar desde el principio, callado y con las manos atadas para dejar al pueblo desarrollarse en paz.

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