Lo que fue orgullo y origen de los vallartenses el centro de la ciudad o el llamado “Pueblito” se debate entre inseguridad, drogadicción, oscuridad, olor a orines, soledad en sus calles por la noche, poca vigilancia y ya no se diga El Malecón, en donde ahí sí, lo oscuro es el sello distintivo en vez de ser un lugar lleno de luz y de gente. Leí el reportaje sobre el centro del puerto de Miguel González Guerra, en donde hace la denuncia la presidenta de la Junta Vecinal, del abandono en que se encuentra, pero volvemos al pero, no es de ahora es de muchos años atrás. Eso sí los políticos son muy buenos para prometer de los dientes para afuera, pero malos para responder a los compromisos.
Desde que se destruyó el tradicional malecón, en donde se respiraba libertas y el sol, en donde se reunían las familias vallartenses y turistas, desde que se destruyó para darle paso a un “moderno malecón tipo español”, le dieron en la torre al centro de la ciudad. Cerraron el paso a la circulación vial, vino el mentiroso “Mochilas” y con la labia que tiene, dijo en campaña que lo abriría al tráfico vehicular y fueron puros tacos de lengua. En campaña todo se promete y nada se cumple, ahí quedó en puras promesas.
Ahí comenzó a gestarse la muerte del “Pueblito”. Muchos vallartenses se alejaron del malecón, las familias del centro comenzaron a emigrar a otros rumbos de la ciudad, especialmente los de las dos zonas pegadas al malecón, y aquello terminó por ser una boca de lobo. El ruido y todo lo que conllevan los tugurios elegantes y restaurantes, les hizo la vida imposible, sobre todo en los estacionamientos por lo que muchas personas tenían que dejar sus vehículos hasta cinco cuadras de sus hogares y mejor dijeron hay nos vemos. Los hogares fueron sustituidos en algunos casos por negocios y es tiempo que las promesas de arreglar el Pueblito no llegan.
Arturo Dávalos Peña, criado en el centro remodeló la calle Morelos, es el único presidente que se animó a mejorarlo, se instalaron bancas y palmeras, un apoyo alentador para que el centro se fortalezca y poco a poco retome su esplendor, ese en el que vivieron las familias originales y avecindados que le dieron vida a Puerto Vallarta. La Calle Morelos tiene que dejar de ser el traspatio de los negocios del Malecón; que junto con la calle Juárez tienen potencial para levantarse, con un entorno que pocos destinos tienen, ya no debe de utilizarse como gancho de campaña, y máxime que el mismo alcalde vallartense el profe Michel, nació en el centro de la ciudad, ahí por la calle Morelos y Pípila.
El turismo de ahora ha cambiado radicalmente, especialmente el extranjero, viene a conocer la ciudad a caminar, a conocer su gente, su forma de vida. El Pueblito debe de ser motivo de orgullo ahí es el génesis de la ciudad, cuando alcalde Beto “El Quemadito” Muñoz Vargas, tuvo la muy buena idea de colocar cuadros empotrados en las paredes de las viviendas que tuvieron qué ver con la historia de Puerto Vallarta, en donde nacieron sus gentes, en donde hay edificios con historia, etc.
Desafortunadamente la idea no prosperó y no hubo seguimiento en las siguientes administraciones municipales.
LAS “JUBILACIONES DORADAS” VALLARTENSES
Desde que “gobernó” Puerto Vallarta el de Ayutla Ramón Guerrero (a) “El Mochilas, la política se volvió una charlotada. Un hombre venido de la sierra de Ayutla, burdo y sin más preparación política que su labia, y el haber sido alcalde de un poblado más chico que la Delegación de El Pitillal, “embrujó” a los vallartenses cuando fue diputado empujado por una ala del PAN, que dejó el partido, luego fue alcalde, pero no de esos que necesitaba Puerto Vallarta para salir adelante. Fuereño, sin raíces en la ciudad, sin nada que lo ligara a este suelo, aprovechó eso de que “no le pido a Dios que me dé, sino que me ponga en donde hay” y claro que le fue muy requetebién. Pues este señor también comenzó con el desorden en las pensiones, y vaya que si son “doradas”, a cambio de que los regidores levantaran la mano para vender al mejor postor medio Vallarta, con el argumento de pagar deudas, algo de lo que siguen los vallartenses sin conocer a cuánto ascendieron las ventas súper millonarias del patrimonio. Sería bueno que las autoridades municipales den a conocer cuántas “pensiones doradas” existen y a cuánto asciende lo que se le paga a cada uno o una, ya que es dinero de los vallartenses, no son dádivas ni mucho menos, algo tiene qué hacer el ayuntamiento para parar detener esas sinvergüenzadas pues curiosamente hasta hoy nadie ha dicho nada. Ha habido muchos regidores esos que de lengua me como un plato, llegan con la espada desenvainada, les dan una untada de manteca para los frijoles y les quitan lo valiente y lo hablador.
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