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Héctor Colín

La Jarra de “Pandoro”

Como buen lector, seguramente entiende perfecto la analogía que se viene.



“La Jarra de Pandora”, es dicho reconocido y usado en México para referirse a un contenedor de males, proveniente de la mitología griega y del que la raza no conoce el trasfondo, es ocasionalmente utilizado cuando se inicia un chisme y se profundiza en los detalles, destapando entonces “La Jarra de Pandora”.


Para darle sabor a lo que usted lee, el personaje de “Pandoro” será el Profe Michel y usted tendrá, como el día de ayer, la tarea de identificar al resto de los personajes y relacionar los problemas del Puerto Vallarta de hoy, con mitología de la Grecia de la antigüedad.


En aquellos tiempos no se reconocía el mal como hoy, en aquel entonces, los hombres vivían y convivían con los dioses, todo bien, hasta que al pendejo de Prometeo le ganó la avaricia y se robó el fuego de los dioses para que los mortales se pudieran guisar un huevito, no entiendo el coraje que vino después, si se supone que los dioses podían hacer fuego cuando se les diera la gana, pero bueno, yo no escribí la historia. Prometeo se robó el fuego y eso le trajo consecuencias, positivas porque ganó en técnica y en astucia, pero perdió su inmortalidad. De ser un titán aliado de los mortales, pasó a ser uno de ellos, pinche como cualquier morenista salido del pri, paseado por el pan y terminado en el verde, basura, pues.


Zeus, Dios del Olimpo, para vengarse envía a Pandora, que para el caso es Pandoro, que es un personaje creado a partir de arcilla, lodo, nada, pues; Hermés le otorga el poder de la falacia y el engaño, herramientas que le serán útiles en su tarea de recuperar la conciencia de Prometeo y el fuego de los dioses.


Digamos que nuestro Pandoro se casa con la hermana de Prometeo para acercarse; como regalo, Zeus, quien al parecer se había colado al bodorrio, le obsequia una jarra, advirtiéndole que no la abra, pero no le explica los riesgos de cometer la pendejada de abrirla.

Pero como nuestro Pandoro es muy pinchi listo y curioso, la abre para saber qué le regalaron. Así, parecido a su necedad por ser alcalde cuando sus facultades ya no le dan ni para ser cerillo en el Soriana, si no me cree, llene un formato de solicitud de empleo con los datos del alcalde y vaya a la Mega para que se rían de usted y lo manden a la chingada.


Bueno, volviendo al punto, el Pandoro no soportó más el “phitos” en sus manos y abre la jarra, para que se dejen venir todos los males, que para aquel entonces no significaban lo mismo que hoy, pero como nuestro tema es de actualidad, pues son lo mismo; igual de malo.

En la interpretación de la mitología existen varias fallas que con el tiempo confundieron a la raza, se dice que al abrir la caja, todos los males salieron, excepto uno, la esperanza, así que la Esperanza no vino, (les suena familiar). Bueno, se supone que los dioses solo metieron una cosa buena en la jarra y era la esperanza, pero el Pandoro no lo dejó salir, y es que para cuando el Profe Michel reaccionó, toda la ponzoña había salido y solo pudo dejar dentro de la jarra a la Esperanza. Luego, los males hicieron garras a los mortales y Pandoro quedó como un pendejo con iniciativa. De allí nació la frase “La Esperanza es lo último que se pierde”.


Como desgracia de los mortales, el Pandoro liberó males, tales como las enfermedades, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, la tristeza, el crimen y la VEJEZ.


Desde la llegada inoportuna de Pandoro y su curiosidad que, por cierto esparció todo lo malo, la vida de los hombres en este rancho se convirtió en algo penoso y doloroso, un suplicio.


La vida de los hombres ya no fue la misma, los males permearon en sus vidas y todo fue cruel, la fatiga inundó los cuerpos de las personas con responsabilidad, las enfermedades se propagaron y no se atendieron, muchos murieron, de pestes pandémicas y dolencias menores. La locura oscureció la mente de los mortales, la desesperación y el hambre agudizaron la delincuencia. El vicio lo practicó el Pandorito; la pasión se relacionó con la venganza y la violencia.


La tristeza se hizo común y para todos, como parte de una forma de conformismo cotidiano. El crimen se hizo una misa acompañado de la corrupción sobre el mal de la vejez, la culpa la tiene el imbécil que no supo ni proteger una jarra.

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