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Héctor Colín

Vamos Todos por Calzones

Tucson, Arizona.- Tenía que reemplazar mis calzones balaceados.


Algunas de las bondades más maravillosas del periodismo callejero es tener la oportunidad de vivir experiencias distintas al del resto de las personas, estas incluyen siempre la necesidad de ser receptivo desde distintas perspectivas para tener la opinión más objetiva al respecto.



Los hechos que marcan la historia se pueden categorizar de la misma en que se hace con la información vertida en los medios de comunicación, si usted no lo entiende, imagine la información policial, la de carácter general, la social y la deportiva por poner sólo unos ejemplos. En estas categorías ocasionalmente ocurren situaciones que obligan al periodista a acudir al lugar de los hechos y asegurarse de ser un testigo más con el valor adicional de la obligación para recabar información desde todos los ángulos y compartirla con su audiencia.


Hace un par de días se abrió la frontera norte, con estados unidos existe una relación que va más allá de lo que vemos en la televisión y las películas, nuestra interacción entre zonas fronterizas es un negocio de miles de millones de dólares cada año que se acumula con el intercambio de divisas mexicanas por dólares y luego se gastan estos en las tiendas de los centros comerciales denominados Outlets, los productos más baratos, lo que ya se va como última oportunidad.


Muchos mexicanos, desde hace décadas visitamos la frontera norte para comprar calzones, baratos y de mejor calidad de lo que uno se encuentra en México y es que aunque usted no lo crea, las marcas de ropa también tienen una definición distinta entre sus clientes norteamericanos y los mexicanos, por lo que la calidad de los productos es diferente, mejor.

La odisea es divertida y económica aunque no lo crea, hoy en día hay aerolíneas que tienen vuelos directos a las ciudades fronterizas de México en donde sólo resta pararse en la línea, presentar su visa y pasaporte para adentrarse en el mundo gringo de las ofertas del capitalismo.


Dios bendiga el maldito capitalismo.


El precio de calzón bueno en México oscila entre los 350 y 800 pesos, pensará que estoy loco pero mis genitales son tan importantes que se requiere de invertirle bien, pero no los compro en México, sino en Estados Unidos en donde el precio de un calzón de la misma marca y modelo cuesta 10 dólares, es decir que son como 200 pesos.



Sacando cuentas, un vuelo redondo entre México y Tijuana puede llegar a costar, si se compra con anticipación unos 2000 pesos más o menos, después consideras una noche de hotel en Estados unidos por unos 60 dólares que son como 1300 pesos mexicanos y con eso en mente haces un plan por 3 días en los que invertirás lo suficiente para comprarte garras a un cuarto del precio en México y la inversión te durará al menos dos años. No los estoy invitando a joder a México sino a ahorrar y joderse a un sistema mexicano que entre los impuestos y las condiciones que se le imponen a los productos que en México se venden, obligan a las marcas a convertirse en una inversión poco rentable y mucho menos disfrutable.


Entendido lo anterior, corrí a Hermosillo con un vuelo de 1600 pesos, me renté un carro y manejé a Tucson Arizona con mi carnet de vacunación contra el Covid por si las moscas y me adentré en el desierto de Arizona para reemplazar mis calzones “balaceados”.


El cruce fue decente, la realidad de la frontera norte es muy triste, el pueblo está jodido y se nota en el paso fronterizo, la garita de Nogales estaba sola, dos vehículos se interponían en mi fila hacia el cruce a Estados Unidos cuando creí que aquello estaría de locos, hubo gente que me dijo que me tardaría 8 horas en cruzar la frontera y no tardé ni 5 minutos. La gente no está viniendo de compras y aún desconozco la razón. Los centros comerciales de Tucson, Arizona están desiertos y no se ve que la economía avance hacia ningún lado. Es triste porque solo es el reflejo de las políticas económicas del Gobierno Federal que orillan cada vez a más mexicanos a estar más jodidos y sentirse menos seguros, nadie mee contó, vine a vivirlo.





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